Hamilton no entiende de políticas

La lluvia amenazó toda la carrera, tiñendo el Gran Premiod de Austria de ese aire incierto de los días emotivos. Finalmente, fue Lewis Hamilton quien desató una tormenta de orgullo que acabó por derribar cada obstáculo, y fueron muchos, levantados desde el propio box de Mercedes.

En este 2016 se palpa en el ambiente que el título tiene que ser para Nico Rosberg. Es algo intangible, pero ha sido así desde la primera cita de Australia y también después de las cuatro primeras victorias del alemán. Pero Hamilton no parece entender de políticas de marca, de arreglos internos de despacho, ni de intereses comerciales. La única empresa que le interesa es la suya propia.

¿Nico merece un título?

Nico Rosberg es un buen tipo, muy trabajador y que ha prestado unos muy apreciables servicios en el seno de la escudería de la estrella. Fue el primero en ganar después de 50 años, doblegó a todo un Michael Schumacher y se ha enfrentado con tesón y paciencia a Lewis Hamilton, un astro que ya ha construido su propia época dentro de la F1.

El convencimiento de que Nico merece un título al menos circula por toda la sala de prensa, no sólo por los despachos de Mercedes, pero éste no puede producirse a cualquier precio.

Hamilton se encargó de recordar que es un "gran campeón", de los que solía distinguir Ayrton Senna para catalogar el pedigrí de quien se alzaba cada temporada con el Mundial. Un Lewis inspirado y furioso fue capaz de tirar por tierra una carrera diseñada para Rosberg. Primero debió estar 21 vueltas en pista con unas gomas ultrablandas que se iban despedazando. Según confesaban desde Pirelli, es el doble de la distancia para la que estaban previstas.

Amenazaba lluvia y en Mercedes diversificaron la estrategia, dejando el trabajo sucio a Lewis y facilitando la remontada de Rosberg con una parada bien elegida que le situó cuarto y en disposición de ganar con comodidad. El coche de seguridad tras un peligroso accidente de Vettel (vuelta 26 de 71), cuando le estalló una rueda, dio lugar al reagrupamiento. Rosberg se convirtió pronto en el líder, cuando pasó a Verstappen y Hamilton siguió su camino a cierta distancia.

Y entonces llegó la decisión estratégica clave. Lewis paró en la vuelta 54, a 17 del final y le montaron las gomas blandas (las más lentas este fin de semana) y a Rosberg unas superblandas, en la 55, para que ganase sin problemas.

Hamilton se enfadó con razón, tiró de orgullo, recortó la distancia, metió presión al germano y acabó dándole caza a falta de una vuelta. Hete aquí que incluso, al paso por ese último giro, el 71, señalaron a ambos pilotos el puesto en el que debían quedar: Nico 1 y Hamilton 2, aunque el segundo no estaba dispuesto a acatar la directriz.

"Como piloto y fan no me gustan las órdenes de equipo y espero que continuemos como hasta ahora. No he entendido bien la estrategia", dijo el inglés tras la carrera. Más claro, agua.

Rosberg, antideportivo

A falta de dos curvas para la meta, el inglés superó con claridad el coche de su compañero que no encontró mejor solución que agotarle el espacio para no dejarle pasar. El toque entre ambos dañó el coche de Nico, impartiendo justicia divina, pues acabó cuarto y renqueante. La humana también dio la razón a Hamilton, con una sanción a Rosberg por causar una colisión intencionada.

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