Anfield engulle al Submarino
El Villarreal salió de pie de Anfield. Tambaleándose y con heridas profundas, tras ser zarandeado con saña por un Liverpool arrollador en la segunda mitad. Pero al fin y al cabo de pie. Y con ganas de seguir luchando en la mejor competición del mundo. Estupiñán, en propia puerta, tras un centro de Henderson, y Mané pusieron negro sobre blanco la oleada red. Dos goles que quizás se quedaron cortos por lo visto en el verde. Remontar esta ventaja al equipo más en forma de Europa se antoja una tarea muy dificultosa. Pero este Villarreal ha demostrado que puede con todo en esta Champions. Con una Cerámica llena hasta los topes y con Gerard recuperado, puede haber un resquicio para darle la vuelta a la eliminatoria dentro de seis días. Por intentarlo no va a ser.
Por momentos, al Villarreal le volvieron los malos recuerdos. Aquellos de 2016, en los que en otra semifinal, el Submarino fue engullido por Anfield. En el inicio de la segunda mitad, sin apenas poder pasar del centro del campo, el equipo amarillo era una presa fácil en manos de un caníbal rojo que amenazaba con dejar el pase a la final más que finiquitado. Pero volviendo al guión de la primera parte, el equipo castellonense, resistió. Hasta que Klopp sacó la calculadora y prefirió viajar a España con dos goles de ventaja y no arriesgarse a recibir un gol del Villarreal que habría sido un auténtico desastre para ellos tras cuajar un partido más que notable.
Y eso que el Villarreal había comparecido en Anfield como si llevara jugando semifinales de Champions 20 años seguidos. Sabedores de que el Liverpool iba a salir como un avión en su despegue, espoleado por el aura que tiene este estadio, los jugadores amarillos trataron de no entrar en pánico en ningún momento. Y en la primera mitad lo lograron. El Liverpool gozó de muchos acercamientos. Con la forma de jugar que tiene el grupo de Klopp, lo contrario habría sido imposible. Pero ocasiones claras, en los primeros 45 minutos, sólo tuvo la de Thiago, en un lanzamiento desde 25 metros, que se estrelló en la cruceta.
Mané rondaba el área de Rulli pero una vez se le iba el control, otra cabecea fuera y otra era taponado por Albiol. Y el tiempo pasaba y el Villarreal ejecutaba la partitura con destreza en el auditorio más glamouroso. También se trataba de dar algún susto. Y ahí se quedaba algo corto aunque Danjuma y Chukwueze trataban de que sus compañeros les encontraran con continuas diagonales. Lo Celso lo intentó pero muy forzado remató fuera.
Tras el descanso llegaba otro 'minipartido', uno de esos a los que Parejo se refería en la previa. Y en este, la locomotora red arrolló al Submarino. Desde el saque de centro, un Liverpool vertiginoso se lanzó a la yugular del Villarreal. La red de Rulli era la única meta. Y en 19 minutos, el balón la besó cuatro veces. Por suerte, el árbitro anuló dos de los goles fuera de juego. Pero no lo hizo en los tres minutos negros que el grupo de Emery vivió en Anfield.
Un rebote en el pie de Estupiñán mandó a la red un centro de Henderson y en ese mismo instante saltó por los aires el planteamiento de Emery. Anfield estalló y volvió a engullir al Villarreal, seis años después. No dio tiempo ni a pestañear. La presión era asfixiante. Dos minutos después, otro golpe letal. Si el 1-0 llegó por mala suerte, el 2-0 fue un truco ya ejecutado mil veces por la pareja más efectiva del Liverpool en el último lustro. Salah tuvo un segundo para pensar. Malo. Toque de genio al desmarque de Mané y este fusila a Rulli. En sólo dos toques. La amenaza se había convertido en realidad.
Con Anfield encendido, al Villarreal se le encomendaba la ardua misión de marcar un gol que dejara la eliminatoria con vida de cara a la vuelta en La Cerámica. Emery metió piernas frescas pero las supuestamente cansadas del Liverpool se multiplicaban en la presión. Le faltó aire al Villarreal y echó de menos a Gerard, el auténtico reactivo en el Juventus Stadium y el Allianz. No tiró a puerta. Pero al menos no encajó el tercero, que habría sido una herida mortal. Queda La Cerámica. El reto será el más complicado de su historia. Pero es fútbol. ¿Por qué no?