Crivillé, historia que tú hiciste
Hubo un tiempo en el que los españoles miraban a la máxima cilindrada, llamada 500cc, con la sensación de ver un coto vedado, un muro infranqueable. Grandes nombres como Nieto, Pons o Garriga lo intentaban, pero ninguno lograba ganar. Hasta que llegó Álex Crivillé.
Tuvo que darse casi una conjunción de planetas, en forma de caídas y lesiones de Doohan, Rainey, Schwantz y Lawson, pero hace 25 años, llegó en Assen la primera victoria de un piloto nacional en la clase reina.
Crivi había dado el salto de 250 y logrado un podio en su tercera prueba, en Malasia, y en Holanda, ganó una gran batalla a Barros, Kocinski y Garriga, que hizo la vuelta rápida. "Recuerdo que era inconcebible lograr una victoria. Primero, porque estaban las leyendas del 500, los más grandes, Schwantz y Lawson, entre muchos, y porque era mi primera temporada. Entonces, no tenía el nivel para luchar con ellos. Sí que podía luchar por optar a un podio, pero una victoria era muy complicada. Estaba en la fase de aprendizaje. Ya sólo estar con todos estos grandes pilotos, para mí era lo más", evoca a MARCA.
El de Seva admite que aquello le sirvió de estímulo para pensar en el título: "Fue una carrera muy importante en mi vida. Después de la caída de Schwantz y Lawson, abrí los ojos y dije: 'puedo conseguir esa victoria, ¿por qué no?'. Y me crecí muchísimo. Me salió todo muy redondo. Hice un cambio de chip y dije: 'a por ellos'. Y así fui. Gané en ese circuito, que, además, me encantaba porque se adaptaba muy bien a mi pilotaje. Siempre se me había dado muy bien. Después, dijimos: 'es brutal'. La repercusión fue muy alta, sólo se hablaba de que un español había conseguido ganar un gran premio. Fue un golpe importante. A mí me dio ánimos. Por dentro pensé: '¿por qué ahora no puedes ganar más carreras y luchar para en un futuro ser campeón del mundo?'".
Equipo satélite
El barcelonés no estaba muy preocupado por entrar en la historia. "Era consciente de que si podía conseguir una victoria sería muy grande. Pero tampoco pensaba en el más allá. Pensaba que era importante, con un equipo satélite, que pudiese conseguir una victoria delante de las fábricas. De hecho, esto me abrió las puertas para un futuro con Honda para entrar en el equipo oficial de Repsol", confiesa.
Crivillé recuerda esa jornada en La Catedral como algo sólo comparable a su corona en Río siete años después. "En el 99, era un título muy deseado. Había pasado momentos difíciles. Era muy deseado no sólo por mí, sino también por toda la afición española en general. Esta fue una victoria inesperada que vino más espontánea. No tenía la obligación de ganar. La tenía de aprender, de estar entre los mejores. Me pasó esta oportunidad, me salió bien, todo más fluido, pero nos la encontramos. Ni mucho menos era el objetivo cuando llegamos a Assen", reconoce.
Reconocimiento
El catalán es humilde ante su gesta: "Yo creo que el motociclismo español no me debe nada, estoy muy bien reconocido. Me ha valorado muy bien durante toda mi carrera. Es mutuo, yo también les debo mucho por lo bien que me han valorado. Tenemos que estar muy orgullosos de haber sido el primer piloto español en conseguirlo. Hasta 10 años después no hubo otro español en lograrlo, con lo que pasamos una época gloriosa, inolvidable, de momentos únicos. Ahora los valoro más, le doy más importancia a ese título".
Álex ni soñaba con que un cuarto siglo después, España dominaría así. "Tenemos ahí a un Márquez, Lorenzo, Maverick, Dani... lo que están haciendo es increíble. Lo que han hecho ya es brutal. Era impensable, pero así es. Tenemos que estar muy orgullosos de los pilotos que tenemos. En ese momento, pensar que podríamos tener un podio totalmente español en MotoGP era impensable. En un futuro lejano, cuando se retiren, deberían ser leyenda por lo que han hecho, que es mucho por el motociclismo español", concluye.