España contra Lauri Markkanen, el nuevo rey del Norte

En el verano de 2019, con 21 años, Lauri Markannen (Vantaa, 1997) tenía que recordarse a sí mismo que tocaba correr menos y hacer más pesas y, sobre todo, que había que comer. Más de lo que le apetecía, con ración extra en el plato aunque no tuviera hambre. Estaba completando la adaptación a la dieta estadounidense, porque tanto en su año con los Wildcats de Arizona (2016-17) como en sus dos primeras temporadas NBA (número 7 del draft de 2017) había mantenido unos hábitos saludables... y finlandeses. Sus compañeros de vestuario en Chicago Bulls no entendían que no contratara un chef personal, algo que la mayoría de jugadores hacen en EE UU en cuanto entran en la cuenta bancaria los cheques de sus primeros contratos profesionales, o que le gustara hacer la compra en los mercados de su barrio y cocinar junto a su mujer, Verna Aho, su compañera de toda la vida con la que tiene ya dos hijos.

Markkanen consiguió ganar casi diez kilos, la mayoría en unas piernas más robustas para reafirmarse en las zonas NBA. Más músculo y recado al tópico, que arrastra desde College, de que es jugador fino, blando. Tiene que ver con cierto prejuicio que sobrevive en Estados Unidos contra los jugadores blancos y europeos, sobre todo si son siete pies (en este caso, 2,11) capaces de echar chispas desde la línea de tres. El rasgo, en todo caso, que le valió para saltar de la Basketball Academy de Helsinki a los Wildcats. De las cinco horas de sol en invierno de Jyväskylä, donde se crio al pie de los grandes lagos finlandeses (la tradicional sede del famoso rally) al sol abrasador de Arizona, donde le esperaban con los brazos abiertos y aseguraban que si fuera estadounidense y hubiera estado en el rango de los ojeadores de instituto, será un five star recruit: proyecto cinco estrellas, los jóvenes más valorados del país y aquellos por los que se pegan las grandes universidades. En Arizona se resistió a la comida basura, aplicó la disciplina que había mantenido en su último año en Finlandia, cuando ya vivía separado de sus padres, y se convirtió desde su llegada en una sensación. Sus entrenadores decían que había que sacarlo “a patadas” de las pistas de entrenamiento.

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DAVID W CERNYREUTERS

En pista, enseñó pronto qué tenían entre manos, los Wildcats y una NBA a la que saltaría en cuestión de meses, nada más ventilar su año freshman en una de las universidades más prestigiosas de la poderosa PAC-12, el bastión del Oeste. En 19 partidos de College, nada más cruzar el Atlántico, ya había metido 45 de los 92 triples que había tirado, un 48,9%. Promediaba más de 17 puntos y 7 rebotes por partido (acabó la temporada en 15,6 y 7,2) y la prensa estadounidense hablaba “del mejor siete pies tirador que había pasado por el baloncesto universitario”. Los más entendidos recordaban a Kevin Pittsnogle, un jugador que no llegó a pasar por la NBA y que era una pequeña leyenda underground por su muñeca desde un 2,11 en West Virginia: 91 triples con un 40% en 2006. Pero en su año senior y sin virtudes lustrosas para el juego profesional. Markkanen, otra dimensión en pista, anotó 69 con un 42% como novato. Y los entrenadores se frotaban las manos porque era un tirador muy grande pero, sobre todo, porque era mucho más que un tirador muy grande: corría la pista, era muy coordinado para su tamaño y manejaba la bola con las dos manos.

El gran referente de una familia de deportistas

Mucho de eso lo aprendió en Helsinki con el que era, hasta su llegada y explosión, la gran institución del baloncesto finlandés: Hanno Möttöla, un 2,08 que jugó en la Universidad de Utah (1996-00) y pasó luego por los Hawks (dos temporadas, 155 partidos, 4,6 puntos de media) antes de hacer una larguísima carrera como trotamundos. En Helsinki, Möttola ayudó a Markkanen a perfeccionar su mecánica de tiro y a ir puliendo un juego al poste que completara su lanzamiento exterior. “Hasta que entrené con él, solo me movía por el perímetro”, asegura un Markkanen que creció en una casa que tenía el porche lleno de canastas y porterías de fútbol. Y allí tiraba y tiraba, tanto que sus padres tuvieron que poner toque de queda cuando arreciaba el invierno.

El baloncesto fue una pasión adquirida después de probar fútbol y hockey hielo. Y una cuestión de familia: su padre jugó en la Universidad de Kansas y en la Selección finlandesa. Su madre también fue profesional, como uno de sus hermanos. Otro, Eero, hizo carrera en el fútbol. También llegó a internacional y pasó (ahora tiene 31 años) por el Real Madrid Castilla. Fue en 2014, una apuesta del club blanco por un delantero tanque (1,97) que costó 2,2 millones de euros (pagados al AIK de Estocolmo). Debutó en Segunda B en un derbi contra el filial del Atlético, marcó su primer gol contra el segundo equipo del Getafe… y terminó la temporada lesionado. Después del verano fue despedido, según el Real Madrid porque regresó con 18 kilos de más. Él, lo negó. O, como mínimo, se burló del asunto en sus redes sociales.

Lauri, como acabaron teniendo claro en su casa que pasaría, es el que más lejos está llegando de la familia: los Wolves le dieron el número 7 del draft de 2017, pero lo metieron esa misma noche en el paquete, junto a Zach LaVine y Kris Dunn, que enviaron a Chicago Bulls a cambio de Jimmy Butler. En los Bulls, Markkanen empezó de maravilla: más de 15 puntos y 7 rebotes de media como rookie, por encima del 36% desde la línea de tres. Entre diciembre y enero apiló partidos de más de 30 puntos, incluido uno de 33 y 8 triples, y puso su techo en 17 rebotes. Entró en el Mejor Quinteto Rookie de 2018 desde unos Bulls en los que compartió vestuario con Nikola Mirotic y veteranos como Quincy Pondexter, que se maravillaba de que en los viajes no parara de preguntar sobre cómo había sido enfrentarse a tal o cual leyenda, sobre cómo habían defendido a Kobe Bryant o Tracy McGrady y sobre cómo sería jugar contra LeBron James, su gran ídolo. Cunado lo hizo por primera vez, un LeBron todavía en los Cavs alabó la “confianza en sí mismo” del ala-pívot finlandés.

En su segunda temporada, Markkanen superó los 18 puntos de media (18,7) y alcanzó los 9 rebotes. Pero solo jugó 56 partidos. No debutó por lesión en un codo hasta diciembre y acabó antes de tiempo por una anomalía cardiaca detectada en un partido en Toronto, el 26 de marzo. En realidad, las cosas para él ya se habían empezado a torcer para él en Chicago, aunque empezó la temporada 2018-19 con un partido de 35 puntos y 17 rebotes. Un entrenador nefasto y de (demasiada) vieja escuela como Jim Boylen fue quitándole confianza y minutos, escondiéndole en la posición de alero demasiado puro y perfilando un futuro en el que ya no era uno de los pilares de la reconstrucción de los Bulls. En el verano de 2021, fue traspasado a Cleveland Cavaliers con un buen contrato apalabrado en Ohio: 67,4 millones de dólares por cuatro temporadas. En unos Cavs emergentes (los que también eran de Ricky Rubio hasta la lesión del español) formó como tres en un quinteto gigantesco, baloncesto a contra natura de la norma en 2022. Un big ball en el que hacía trabajo de fuera hacia dentro para los pívots Jarrett Allen y el tremendo rookie Evan Mobley. Promedió 14,8 puntos y 5,7 rebotes pero, sobre todo, demostró que podía ser un jugador útil en distintos roles. Que podía ayudar en defensa y ser más que un tirador posicional en ataque. Su carrera, de techo cuestionado en su último tramo en Chicago, recuperó pulso pero este verano, las cosas de la NBA, ha sido traspasado a Utah Jazz en la megaoperación que ha llevado a Donovan Mitchell a Cleveland. La noticia le llegó en el hotel de concentración de Finlandia, donde sus compañeros de equipo hicieron piña con él en un momento de, como mínimo, mucha confusión.

Así que Markkanen jugará ahora en unos Jazz en profunda reconstrucción, que han desmontado su proyecto de los últimos con los traspasos de Rudy Gobert y el citado Mitchell. Pero no sabe si Salt Lake City será definitivamente su nueva casa en la NBA. Si brilla, quizá vuelva a ser usado como pieza de traspaso y tenga que cambiar otra vez de aires. Mientras, con 25 años, cobrará 16,4 millones y tendrá minutos y peso en un equipo ahora mismo sin jerarquías para demostrar que puede ser, en la situación idónea, más que un buen jugador NBA. En el Eurobasket, donde las comparaciones con el Dirk Nowitzki de Alemania se han hecho estruendosas, está dejando claro que no es solo “un gran tirador muy alto”. Un anotador total que fulminó en octavos de final a Croacia con 47 puntos y 9 rebotes. Promedia 27,8 puntos, 7,7 rebotes, 2,3 asistencias, 29,7 de valoración y unos números de tiro maravillosos: 60% de dos, 40% de tres, 91% desde la línea de personal. Solo Giannis Antetokounmpo (29) y Luka Doncic por un pelo (28) anotan más que el líder de la manada de lobos finlandesa que reta a España y ha metido a su selección en cuartos por primera vez desde 1967. Un nuevo rey en el Norte.

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