Estreno de genio de Nadal para llevarse por delante a Rublev

Rafa Nadal demostró este domingo en las ATP Finals que a sus 34 años aún tiene ganas de evolucionar, de ser cada vez mejor jugador aunque en su palmarés figuren ya 86 títulos, 20 de ellos de Grand Slam. No le importa incluso ir contra su naturaleza si el esfuerzo y las concesiones que eso le supone le llevan al éxito. Contra Andrey Rublev, el tenista en mejor forma de la temporada por trofeos (5) y victorias (40), jugó con agresividad para acortar los puntos con buenos servicios y una presión constante al resto, sobre todo en los segundos saques del ruso, que devolvió desde muy dentro de la pista. No podía dejarle entrar en ritmo ni que se volcara en su explosivo drive para dominar. Y así desesperó al muchacho de 23 años, debutante, al que barrió hace tres cursos en el US Open. Volvió a superarle casi con la misma facilidad, pero con el doble de mérito y en menos tiempo: 6-3 y 6-4 en 78 minutos.

No pudo tener mejor comienzo el balear, que no ganaba en su estreno en la Copa de Maestros desde 2015. El año pasado arrancó con mal pie por culpa de una lesión abdominal y se quedó fuera de los cruces por verdadera mala suerte, pese a ganar los dos siguientes partidos. Con el físico a punto, una carga leve de apenas 30 partidos y un trabajo táctico incansable, Nadal ve la oportunidad de triunfar por fin en este evento, y ha llegado a Londres con hambre y sin miedo a los experimentos. Rublev no pudo meterse en faena en ningún momento. El saque no le ayudó y se vio abrumado por el enorme y vacío escenario del O2 Arena y por la grandeza de su rival. Los aplausos enlatados que sólo se escuchan por la televisión sonaron con mucha más frecuencia para premiar los aciertos de Rafa y el juez de línea electrónico (no hay auxiliares más allá del silla por precaución anti-COVID) apenas cantó errores del número dos del mundo (11 al final).

En el primer set, con un porcentaje fantástico de primeros (77%), sólo perdió Nadal cinco puntos en sus turnos de servicio. No tardó mucho en ajustar su manera de restar sin ningún complejo para buscar el golpe ganador. Y quebró para el 4-2 al moscovita, que pagó su frustración con la raqueta. “No hay manera”, parecía decirle con sus gestos al español Fernando Vicente, su entrenador. Después de consolidar su ventaja con algún apuro, el de Manacor cerró el parcial con un juego en blanco. Se veía vencedor porque, no en vano, está en racha de 70 partidos ganados tras apuntarse la primera manga. El momento era bueno y vio la oportunidad de prologarlo. Los envíos de Nadal pasaban como balas silbando ligeramente por encima de la red y Rublev no era capaz de comprenderlos. Muy pocos intercambios para debilitar al astro, que se puso en un periquete con 2-0 y en completo control. No gastó demasiadas fuerzas en los siguientes restos para entorpecer el ánimo y la puesta en marcha de su oponente, que no tuvo ni una sola ocasión de break en todo el encuentro y se fue para el hotel tras haber recibido una lección gratuita. Rafa se marchó con Meri, su mujer que le animó en la grada, fresco como una lechuga. El martes le espera Thiem. Esa será otra historia.

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