Bestialidad de LeBron James para celebrar su cumpleaños

LeBron James cumplió ayer 38 años. Lleva en la NBA casi veinte (debutó el 29 de octubre de 2003). Lleva, por lo tanto, más tiempo en la Liga que fuera de ella (7.128 de sus 13.880 días de existencia). Está a unas semanas de convertirse en el máximo anotador de la historia y de, si no pasa nada raro, ser all star por decimonovena vez (seguidas, además), lo que lo pondrá ya por delante de Kobe Bryant y a la altura, también ahí, de Kareem. Básicamente la cuestión con él ya es solo si es el mejor o el segundo mejor de siempre, algo que tiene a sus fans y a los de Michael Jordan enredados en un debate no siempre saludable. En todo caso los dos en un territorio en el que solo Kareem parece tener también su rincón.

LeBron hace tantas cosas y se da tan por supuesta su excelencia que los debates con él suelen ir por otro lado, siempre con la lupa y la letra pequeña. ¿Puede seguir sorprendiéndonos un jugador que lleva 19 años seguidos promediando al menos 25 puntos, 6 rebotes y 6 asistencias? ¿Uno que en su vigésima temporada básicamente clava (27,8, 8,8, 6,6) las medias de su carrera (27,1, 7,5, 7,3)? La grandeza de este jugador ha alcanzado un nivel sobrecogedor, la medida de aquellas cosas tan valiosas que, cuando pasan, siempre recordaremos haber visto. Un martillazo, uno de las principales, en el descascarillado ataúd de estos Lakers en parálisis, incapaces de dar armas con las que competir a la pareja que LeBron forma con Anthony Davis, una que aunque en su franquicia hayan elegido olvidarlo, ganó un anillo hace dos años en cuanto tuvo alrededor un buen entrenador y un buen lote de secundarios. Para ellos, para los que mandan (Jeanie Buss, Rob Pelinka…) partidos como este de Atlanta deberían ser más motivo de vergüenza que de alegría. Tanto si es un problema de no saber qué hacer como de no querer hacerlo.

Porque en Atlanta (121-130 para los Lakers), LeBron acabó con 47 puntos, 10 rebotes y 9 asistencias. Solo anotó 2 puntos en el primer cuarto, cuando la cosa pintaba tan fea como casi siempre para su equipo (33-23 que era un 54-39 en el ecuador del segundo cuarto). En los tres siguientes se fue a 16, 13 y 16, con una exhibición final, triples y penetraciones, que aseguró una victoria improbable para sus Lakers, que queda en 15-21, decimotercero del Oeste y en una agónica carrera por no perder al menos la estela del play in, por si Anthony Davis no tarda en volver.

Aclamado por el público, con gritos de ‘MVP’ y exclamaciones de verdadera admiración durante un tramo verdaderamente hercúleo del último cuarto, LeBron celebró su cumpleaños con la segunda mejor anotación con al menos 38 años. La mejor (51 puntos) la comparten Michael Jordan y Jamal Crawford. Jordan y LeBron son ya los únicos que, con esa edad o más, han hecho un partido de al menos 45 puntos, 10 rebotes y 5 asistencias. Y, para el que guste de las estadísticas freaks, LeBron es ya también (por batir récords que no quede) el jugador con más puntos en el día de su cumpleaños. Hasta hoy, el tope eran los 275 de Oscar Robertson. Él ha puesto la marca en 303.

Thomas Bryant (19 puntos, 17 rebotes) está siendo en los últimos partidos otra de las pocas buenas noticias de unos Lakers en los que está dando por primera vez señales de vida Patrick Beverley (10 puntos, 3 asistencias) y empujaron Schröder (12+9) y un Russell Westbrook que, con su torbellino habitual de aciertos y errores, acabó en 14+8+11 con 6 pérdidas. Pero todo empezó y acabó, con más de 40 minutos en pista y un 18/27 en tiros, en un LeBron que había sido duda hasta última hora por un problema de tobillo. Menos mal.

El alivio de los Lakers y la oda a LeBron no debería ocultar el desastre de los Hawks, ahora 17-19 y en novena posición del Este, con solo un partido de ventaja sobre el primero sin play in. Cualquier opción de que esta temporada, con la firme apuesta por Dejounte Murray, se pareciera más a la 2020-21 (final de Conferencia) que a la 2021-22 (aguas revueltas y eliminación en primera ronda) se está evaporando. La zona noble del Este se aleja, las sensaciones empeoran, Trae Young es cuestionado como jugador franquicia (como líder del proyecto) y horas antes de este partido salieron noticias de que Nate McMillan habían pensado en dejar el banquillo ya. Y que, en todo caso, su camino acabará a final de esta temporada… si es que llega siquiera allí. Los Hawks ya han movido el organigrama directivo recientemente y son una franquicia en búsqueda constante después de parecer, hace dos años, una alternativa en crecimiento. No lo son, impotentes contra estos débiles Lakers de aprovechar sus ventajas iniciales, sus 67 puntos al descanso. Trae, que se hizo daño en una rodilla después de un primer cuarto de 13 puntos, acabó con 29 y 8 asistencias pero sin puntería exterior. Murray con 20+7+9 y Bogdanovic con 17 puntos. Pero la fórmula no funciona y la temporada va camino de chasco para el equipo y su público, que al menos pudo ovacionar a base de bien a LeBron James mientras este soplaba las velas a golpe de 47 puntos. Con 38 años y cargando con un equipo deshecho. Qué más se le puede pedir.

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