Las niñas venezolanas a la conquista del fútbol colombiano
Bogotá .- Natasha Rosas es menuda, rápida y le encanta sortear rivales. "Me piden que la suelte", dice y admite que el fútbol de hoy es de toque y desmarque. Su padre, Hernán Rosas, entrenó al desaparecido Peninsulares de Araya y un hermano, Pablo Rosas, es de la generación de Juan Arango y llegó a jugar con Trujillanos y Unión Atlético Maracaibo. Ella comienza su andadura profesional con los Patriotas de Boyacá, uno de los 18 clubes de la liga colombiana de fútbol femenino que se inaugura este sábado. Será compañera de Yoreli Rincón, la máxima estrella del balompié colombiano, con cuatro participaciones mundialistas a sus espaldas. "Es un honor jugar a su lado", confiesa con orgullo.
Rosas es una de las más de veinte venezolanas -5 en América de Cali, 4 en Huila y Cortuluá, 3 en Bucaramanga y 2 en SanTa Fe, Cúcuta y Unión Magdalena- enroladas en equipos colombianos, lo que habla de la prolífica cantera venezolana, base de los éxitos recientes en sudamericanos, mundiales y Copa Libertadores, sobre todo en las categorías Sub 17 y Sub 20.
Descifrar cómo se gestó esa producción de mujeres futbolistas en un país, Venezuela, que carece de estructuras formativas específicas supera los alcances de esta nota aunque habría que consignar, a efecto de inventario, que más de una década atrás el actual presidente de la Federación Venezolana de Fútbol, Laureano González, sin cargo entonces en el organigrama federativo, inspiró la creación de la comisión de fútbol femenino que incentivó el desarrollo de incipientes ligas y torneos aficionados.
Pero el patrón en las experiencias de estas chicas es que se hicieron futbolistas en las calles y luego compitieron con varones en las categorías menores. Rosas jugó hasta los 12 años en el club Valentín Valiente del barrio Caigüire Abajo de su natal Cumaná. Oriana Altuve, goleadora de la Libertadores, se enfrentaba a muchachos en el Pedagógico de Caracas, al igual que María Peraza lo hacía en el Máximo Viloria de Barquisimeto. Ambas están en la nómina del Independiente de Santa Fe. Franyely Rodríguez, ficha del América de Cali, empezó en una escuela de Ciudad Alianza, en Guacara, y pronto destacó por sus atajadas que desanimaban a chicos presuntuosos. Con 19 años y una estatura de 1,69 para cubrir un arco que se eleva 2,44 metros desengaña los que la creen pequeña. "Tengo mucha potencia", afirma.
Rodríguez vive con otras cuatro criollas - Alexyar Cañas, Idalys Pérez, Nathalie Paquel y Nayluisa Cáceres- en una casa club del América, en Cali. Además del hospedaje, el equipo les garantiza alimentación y transporte. Franyely ayuda a su madre que la crió sola a ella y dos hermanas. A Pérez, una delantera de 20 años, nacida en San Felipe, Yaracuy, la metió su papá a los 9 años a jugar en equipos de varones. Fue al mundial Sub-20 de Papua Nueva Guinea y su compañera Alexyar Cañas la recomendó para jugar en Colombia. "Sueño con ir a unas Olimpíadas", suelta. Cañas, falconiana, practicó de pequeña beisbol y voleibol pero se decantó por el fútbol porque "es más competitivo, y siempre quiero ganar".
Oriana Altuve, una de las más experimentadas del grupo venezolano, viene de jugar con Colón de Uruguay. Le ha costado adaptarse al clima frío y lluvioso de Bogotá pero siente que ha mejorado mucho. "Esto es lo que amo", dice. Con María Peraza se ha reencontrado en Santa Fe, luego de ser compañeras en el Caracas FC. Todas comparten el deseo de hacer carrera en Colombia. "La liga va a estar supercompetida", dice Altuve.
La primera edición del campeonato profesional colombiano está organizada en tres grupos regionales de seis equipos que jugarán partidos de ida vuelta. Los tres primeros de cada grupo y los dos mejores cuartos pasarán a las rondas de eliminación directa hasta la final por el campeonato. Patrocinada por Águila, que tiene por detrás a la Cervecería Bavaria, una de las más importantes del mundo, la liga atrajo el interés de cerca de 70 jugadores extranjeras -brasileñas, paraguayas y ecuatorianas, además de las venezolanas- y disputará sus partidos antes de la competición masculina para facilitar la presencia de público. Esperan que uno o dos juegos a la semana sean televisados.