LeBron y Lillard destacan en un oprobio de All-Star en Indiana

La afición demandaba cambios en el formato del Partido de las Estrellas, la guinda del All-Star que la NBA celebra cada año. Desde hace un tiempo. Se varió por aquí y por allá, no se pecó de inmovilismo. De la rotura del formato clásico se pasó a uno con capitanes que elegían a los compañeros. De la anotación de un encuentro normal de baloncesto se pasó a unas cuentas por cuartos y una puntuación objetivo en base a ellas. Este 2024 se ha vuelto a los orígenes para agitar de nuevo la coctelera y el resultado, seas purista o moderno, no pasa del desastre.

En un lugar propicio (”en 49 estados es sólo baloncesto, pero esto es Indiana”) Adam Silver y demás ideólogos quisieron centrar el evento en la capacidad de los jugadores. Si quieren, pueden. Baloncesto y formato de toda la vida. Volvió el duelo entre las conferencias, Este contra Oeste, que había estado aparcado durante los últimos cinco años. Querían un aroma añejo para intentar buscar en lo más hondo de los participantes, en eso que les hizo dedicarse al deporte, y así convencerles de que esto es un show pensado para que se diviertan todos y no sólo ellos. Como cuando te reías con un amigo en el colegio en mitad de clase y el profesor espetaba: “Cuéntanos el chiste en alto, que nos riamos todos”.

La disposición de los actores de esta función fue mala tirando a peor. El género, teatro del absurdo. La NBA había mandado un mensaje velado a los jugadores con el cambio de formato. Había que espabilar. Los chicos respondieron dejando que uno de los dos combinados llegara a 211 puntos. Un oprobio. Se suben los calores sólo de mirar el tanteador. Un bochorno. De nuevo se ha ido por la vía muerta el All-Star y habrá que buscar algún incentivo fuera de lo meramente deportivo para que vuelva al carril del júbilo y la diversión que tenía antaño.

El resultado de la pachanga fue 211-186. Damian Lillard recogió el MVP tras meter 39 tantos, y entre abucheos porque otro de los que lo peleó fue el local Tyrese Haliburton, estrella de los Pacers.

Del evento se puede destacar ese récord de puntos. Que no celebrar. Lo mismo pensará Silver, que emitió un suspiro de renegado al darle la enhorabuena a Antetokounmpo y los chicos del Este por semejante anotación. La anterior marca era de 196 en el All-Star de 2016, en Toronto. Aquí no sólo se quedaron en el redondo de 200, que traspasó Haliburton con un triple para aplauso del Gainbridge Fieldhouse, lo elevaron 11 más. Los 397 que se anotaron en total son, claro, otro récord colectivo. En el plano individual el que más aportó fue Towns, de los Timberwolves, con 50.

RESUMEN

Conferencia Este - 211: Antetokounmpo (23), Tatum (20), Adebayo (3), Lillard (39), Haliburton (32) - titulares- Banchero (6), Barnes (16), Brunson (12), Young (5), Maxey (10), Mitchell (9), Brown (36).

Conferencia Oeste - 186: James (8), Durant (18), Jokic (13), Doncic (7), Gilgeous-Alexander (31) -titulares- Davis (6), George (13), Leonard (5), Towns (50), Curry (16), Booker (15), Edwards (4).

Árbitros: Tony Brothers, Josh Tiven, Derrick Collins.

Incidencias: Partido disputado en el Gainbridge Fieldhouse de Indianápolis (Estados Unidos) ante 17.251 espectadores.

LeBron James entró al encuentro como capitán y convirtiéndose en el jugador que más veces ha disputado los All-Star, dejando ya atrás los 19 de Kareem Abdul-Jabbar. La Liga ha operado bajo su atenta mirada durante los últimos veinte años y su envidiable físico, además, le ha permitido participar siempre en este evento.

El rey, ahora en los Lakers, eso sí, dejó con gusa a los espectadores: sólo disputó 14 minutos. Su clásico LeBronazo, ese mate a una mano abriendo mucho el brazo derecho en pleno vuelo al contragolpe, y poco más. Ocho fueron sus puntos.

Este 19 de febrero parecía encaminado a algo diferente, a lo que se quería, a algo competitivo. Pero duró lo que duran dos peces de hielo en el whisky de Joaquín Sabina. Se había empezado defendiendo mínimamente, un par de faltas, un par de golpes, y el tanteo no se iba de madre. Antes del descanso el efecto se evaporó.

Las ganas en el Este, con jugadores no tan habituados a este nivel de excelencia, eran diametralmente opuestas a las del Oeste. En el equipo que dirigió ‘Doc’ (en el otro lado a Chris Finch, principal, le acompañó el argentino Pablo Prigioni como asistente) se lo tomaron con un mínimo de arranque y contaron también con el acierto, una combinación ganadora. Haliburton tuvo 40 segundos mágicos de triples, tres de tres y cada vez desde más lejos, y fue marcando la línea de su equipo. Se apuntaron los demás, Lillard a la cabeza, y la cascada desde el perímetro fue minando no sólo la resistencia sino las ganas de luchar por una en el conjunto que vistió de rojo. Ganas a encontrar en Doncic o Jokic, a los que se nota que este partido no es de su agrado. Ganas a encontrar en el dúo de los Clippers, Paul George y Kawhi Leonard, que sólo se mostraron diez minutos cada uno. Ganas a encontrar fuera de Shai y Karlito, los dos que apretaron en la segunda parte al ver que la actuación estaba siendo sonrojante. En el lado azul, más sueltos: Trae, tirando caños; Brown, dando lustre a su mano derecha; Barnes, de menos a más. La Conferencia Este metió 51 en el segundo y cuarto periodo y ésas fueron las anotaciones más bajas. 42 triples de 97 intentos marcaron la diferencia. Lillard cerró la fiesta con un lanzamiento desde medio campo para amarrar el MVP y lo siguiente, quién sabe cómo, lo veremos en San Francisco en 2026. Como dijo el comisionado, con toda la intención: “Bueno... Enhorabuena...”.

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