Los Hawks abofetean a los Sixers de Embiid y el Chacho (14+4+5)
El 8-0 de salida fue un espejismo. Los Hawks se presentaron en el Wells Fargo Center con las legañas aún puestas, así que Mike Bundeholzer paró el partido. Mano de santo. Kyle Korver despertó tras el tiempo muerto y con él, el resto del equipo. Conforme el escolta iba enchufando sus primeros tiros (tras el 1/10 inicial de Atlanta), los Sixers fueron desapareciendo de la cancha. Y no, no es casualidad que el despegue coincidiera con el primer viaje de Joel Embiid al banquillo local. Aunque no tan brillante como en el día de su debut, el pívot camerunés volvió a ofrecer una buena impresión en los poco más de 15 minutos que estuvo en cancha: 14 puntos y una versatilidad, movilidad e inteligencia impropias de un rookie que, por momentos, desesperaron a Dwight Howard —desaparecido, por cierto—. No es de extrañar que con su regreso los fans de los Sixers hayan recobrado la ilusión. Lo que no quita que en la mañana (tarde en España) del sábado, los de Brett Brown fueran barridos del mapa. El muy justo marcador final (72-104) habla por sí solo. Los halcones abofetearon con un baloncesto mucho más trabajado, eficaz y solidario los gravísimos despistes (¿cómo es posible que haya alguien a estas alturas en la Liga que no sepa que no se puede dejar tirar solo a Korver?) e inmadurez de los Sixers. Huérfanos de Noel y Ben Simmons.
Sergio Rodríguez volvió a ser titular para firmar una más que decente hoja estadística con 14 tantos (7/13 en tiros), 4 rebotes, 5 asistencias y, como nota negativa, 4 pérdidas. En los 29 minutos que estuvo sobre el parqué, el tinerfeño dejó destellos de su calidad (véase el crossover que 'rompió' a Schröder) y mostró descaro. Fue el encargado de romper una sequía de seis minutos sin convertir una sola canasta en juego, si bien ya era tarde para tratar de retomar el control (los Hawks mandaban por +16). No fue la suya una actuación dpara recordar, pero comparada con la del resto de sus compañeros salió (bastante) bien parado. Debe seguir en esta línea —aunque aplicándose algo más en defensa—, aprovechando la oportunidad que le ha otorgado la lesión de Jerryd Bayless. Sergio y Embiid fueron lo único potable en las filas de 'Philly' junto a los highlights varios que regaló Richaun Holmes.
La nula claridad en ataque que mostraron los locales a lo largo de toda la mañana contrastó con la inteligencia y gran movimiento del balón de Atlanta. Al descanso (39-53), 18 de sus 22 lanzamientos convertidos llegaron tras asistencia. Ya en el tercer cuarto, la segunda unidad 'sixer' y un Okafor también bajo plan de restricción de minutos dieron algo de esperanza (56-66). Pero quien pensase que tendríamos partido (por cierto, bastante aburrido: poco ayudan tanto la sobriedad de unos como el descontrol y las pérdidas de otros), se equivocaba. Paul Millsap decidió acabar con la rebelión. Tan poco mediático como gran jugador, el ala-pívot dio un paso al frente y los Sixers se diluyeron. Junto a él, brillaron Schröder (11+11), Korver (de más a menos) y Mike Muscala. Demasiado para unos Sixers escasos de ideas y acierto. Lo bueno para ellos, que tienen 80 partidos para mejorar y seguir creciendo. Aunque para ello, lo más recomendable es competir.