Luka Doncic dibuja otra obra de arte y acaricia su primera vez en la final

Luka Doncic no va a parar hasta que lo consiga. Está empeñado en buscar hacer historia y llegar a su primera Final de la NBA. Da igual que su cuerpo esté al límite. Da igual lo que le digan. "Tiene que descansar, el cuerpo no puede más", reclamó Charles Barkley. Pero Doncic es un titán y volvió a hacerlo para poner el 3-0 ante los Minnesota Timberwolves tras un partidazo (116-107). De esos que ganan los más grandes. Y el esloveno, en una lección circense y mágica, se aplicó el cuento. Una alegría para el Real Madrid tras el varapalo de Berlín.

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Repitió, como en los dos primeros partidos, una actuación fuera de lo normal. Fue constante en su esfuerzo, pero cambió a más cuando Anthony Edwards (26+9+10) pidió paso. Contestó con dos canastas circenses, bajo su marca registrada del fadeaway. Y desencadenó la tormenta perfecta hasta los 33 puntos, 7 rebotes y 5 asistencias. 33 (no lo de Alonso), como también los de un maravilloso Irving en el tramo final de partido. 3-0, nunca jamás (154 veces) se ha remontado en la historia.

Un gran primer tiempo de Dallas

Dallas salió mandando. Le benefició que Chris Finch tirase, de inicio, dos para uno hacia Doncic y atacó varias ventajas. Cuando corrigieron los Wolves, llegó el primer tirón de los Mavs. Doncic generaba, Lively ejecutaba. Dos patas claves, tanto con la habilidad (8 puntos en el primer cuarto) del esloveno (que fue duda hasta el último minuto) y la garra, desmedida, del novato. Solo Edwards resistía a unos Timberwolves que veían como Mike Conley se tenía que ir al vestuario (26-21, 10').

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Regresaría y 'las fuerzas' de unos y otros se equilibrarían tras una caída fea de Lively sobre el parqué. Pero Dallas no se quemaba. Dando descanso a Doncic y una magnífica irrupción de los suplentes (Hardy, Green), el fuego lento de Irving y la ejecución de Jones. Estirando hasta un 43-33 (16') peligroso. Porque Dallas fluía y Minnesota solo se agarraba a Edwards, poco brillante pero sí con intención, y un Jaden McDaniels descomunal... y solo.

Aunque no morirían los Wolves. El rebote ofensivo y un buen final de primer tiempo de Gobert les dio aire (60-52, 24'), rebajó la distancia de la barrera piscológica de diez puntos y limitó un triple de Kyrie Irving más otro acelerón de un Luka Doncic descomunal en la primer mitad (15 puntos, tres rebotes y tres asistencias).

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Edwards cambia todo

La goma, en otras palabras. Cosa que manifestó el 'renacido' Conley con dos triples y una genial contestación de McDaniels y Edward para meter de lleno a los Wolves (76-71, 30') a un Doncic que seguía mutiplicándose en ataque. Anotando y encontrando a Gafford por enicima del aro. Pero Minnesota respiraba.

Y su estrella, Anthony Edwards, decidía terminar de abrir el partido. Un mate increíble y dos canastas más igualaban la contienda (77-77, 32'). De sufrir a conseguir que su estrella despertase para dominar. Había partido y 'Ant' quería jugarlo ante unos Mavs que cambiaban su dinámica.

Igualdad total. Porque Dallas no desconectaba y Minnesota entraba. Doncic sacaba ventaja de sus tiros libres y hacía un canastón al saber frenar y elevarse a la contra. Pero Towns con un gancho y Naz Reid golpeaban, para seguir con el pulso. Para un final de locura (87-87, 36').

El desenlace

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Porque empezó así: increíble. Si Irving sacaba su repertorio del último cuarto, Conley tiraba de veteranía para cortar sus acelerones. Cuando le tocaba a Doncic y dibujaba un triple cayéndose, Reid trabajaba debajo del aro. Batalla preciosa y tan vital como difícil de interpretar (98-98, 39').

Pero el nivel no dejó de subir. Una batalla de pesos pesados, entre las genialidades de Doncic e Irving y el trabajo de unos Wolves agarrados a cumplidores como Kyle Anderson, sin fallo hasta el 104-104, y un el mejor Edwards de la serie (104-104, 42'). Para ganar se debe dar más todavía.

Y ahí el que manda es Luka Doncic -y sus Dallas Mavericks-. PJ Washington siguió su idilio desde la esquina, y cuando Naz Reid solo metió un tiro libre de los que sacó todo cambiaría. Porque se hundiría Minnesota. Doncic dibujaría dos tiros tremendos, de esos que solo puede hacer él. Irving, otro desde la esquina. Y Gafford, en todas partes con la baja de Lively, colocaba un tapón a tablero más un mate tras alley-oop de Luka. 12-1 de parcial. Golpe directo al mentón.

El 116-107 significa el 3-0. Jamás se ha remontado en la historia de la NBA. Dallas toca la final de la NBA y Luka Doncic sigue elevando su candidatura a alturas nunca antes vistas. 154-0 respalda su historia y el juego del esloveno es el mejor ejemplo.

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