Raphinha, primera palanca
Fue el Clásico que necesitaba el Barça, pleno de fuego real y con una tensión que solo se conoce en la alta competición. El mensaje de Xavi tuvo un tono más grave que ese otro con el que Laporta vistió un edificio de Las Vegas horas antes: este año habrá pelea. Sus mejores argumentos fueron el plan de reconstrucción que ya emprendió sin éxito el curso pasado, Raphinha, cuyo gol decidió el choque, y Lewandowski, las verdaderas palancas. Las tres amarillas que vieron los azulgranas resumieron que el partido no fue amistoso ni amigable.
El Madrid solo reafirmó lo que ya sabía: que sin Benzema no puede salirse ni a Nevada, que la vuelta de Hazard está lejana, que Vinicius es un arma nuclear y que Courtois es su ángel de la guarda. También, que el relevo de sus tres tenores en el centro del campo aún llevará tiempo. Con ellos se vio menos acorralado que con los jóvenes. De los nuevos, Rüdiger, que jugó de lateral izquierdo, dejó un buen aire de cacique. Tchouameni, de precio galáctico, en cambio, resultó insignificante.
El Madrid se dejó en Los Ángeles a Benzema, Balón de Oro en ciernes y especie protegida por convicción y necesidad. No hay otro que se le parezca, ni se le busca, ni se le espera. Y eso, más el tiro al aire de Mbappé, a quien pretendía el club ofrecer un luminoso estreno en Las Vegas, hizo que el equipo de Ancelotti saliera medio desarmado a este Clásico ambulante, cada vez más en manos del mejor postor. La última vez que el francés salió ante el Barça sin el francés la cosa acabó en aquel festejado e inservible 0-4 de Xavi en el Bernabéu.
Fue el primer once de Ancelotti un mitad y mitad: la defensa que se presume (más Carvajal cuando se recupere) con Rüdiger y Alaba en papeles cambiados (lateral el alemán, central el austriaco), el centro del campo que viene, sin la santísima trinidad, y el mejor ataque posible, con Hazard ahora de falso punta, por si por ahí aún queda esperanza. No lo pareció.
Xavi arriesgó menos, con una alineación que se parecerá mucho a la que empiece la Liga, coronada por Raphinha y Lewandowski, y con Araujo para poner a Vinicius bajo custodia. Si lo del Madrid es mejoramiento de obra, lo del Barça se obra nueva y necesita que luzca desde el primer día tras tanto salto de palanca a palanca que espera que no acabe, por el gasto, en salto al vacío. El futuro depende de que todos cumplan los pronósticos: la cantera y la cartera.
El misil de Raphinha
El equipo azulgrana, con algún día más de preparación, dos amistosos en las piernas y una necesidad extraordinaria de justificarse, tuvo la primera palabra: presión obsesiva, rápida recuperación y posesión extrema. El Madrid fue el mismo que se marchó gloriosamente en París: un equipo que espera porque cree que el fútbol, en algún momento, le dará su oportunidad y la aprovechará. No siempre sucede. Y menos sin Benzema. No pueden ocultarse todas las imperfecciones bajo la alfombra roja de la Champions. El rejuvenecimiento del centro del campo no ofreció una presión más alta ni más exhaustiva.
El partido, sin apariencia de amistoso, ofreció de salida más nervio que profundidad. Los primeros 45 minutos solo registraron un remate sin colocación de Lewandowski tras error de Alaba, un perdigonazo tremendo de Valverde al palo y una ocasión clara desaprovechada por Ansu, producto de un pecado de juventud de Camavinga. No vale todo en cualquier parte. Y la segunda equivocación en zona de riesgo, esta de Militao, acabó en el 0-1. Le entregó una pelota franca a Raphinha y este la reenvió como un misil a la escuadra izquierda de Courtois. Hasta entonces no había podido el brasileño con un enérgico Rüdiger.
La bronca
El gol igualó el partido y disparó la adrenalina. Al descanso se fueron después de una bronca producto de dos entradas de caza mayor de Busquets (en grado de tentativa) y Jordi Alba, los veteranísimos, a un imparable Vinicius.
De la caseta volvieron los tenores del Madrid, más Asensio, con Rodrygo como nueve. El plan C, que funcionó tan poco como el B. Eso sí, con los veteranos el equipo de Ancelotti se vio menos sometido. También porque el Barça, que a la hora de partido había cambiado todo su once, no fue el mismo.
Los cambios desfiguraron el partido y le alejaron de las áreas. Asensio, que mejoró mucho al equipo, desperdició el empate con su pierna mala y Kessié perdió la oportunidad de sentenciar ante Courtois, que ha vuelto tan infranqueable como se fue. A Dembélé y a Dest les hizo otras dos de sus paradas imposibles. Fue lo mejor de un Madrid que aceptará de buen grado la recomendación de Laporta, que lo que pasa en Las Vegas no salga de alli.