Pese a que no jugó el mejor partido de su semana, Sabalenka se hizo fuerte en los momentos más complicados. Con su olfato activo, detectó sangre y supo en qué momento debía dar el paso al frente. Lógico, sin resignar su estilo agresivo, falló más de la cuenta (36 errores no forzados). Y si bien ella intentaba salir incólume de la situación, perdió la paciencia en más de una oportunidad, aunque supo regresar a tiempo.

Se trató de un partido con buenos puntos, dignos de ocupar un lugar en un resumen para aquellos que no pudieron sintonizar la definición, pero también de momentos soporíferos. Salvo el tramo decisivo del segundo parcial, hubo muchos quiebres de un lado y del otro. Parecía una misión imposible sostener el servicio.

Y las estadísticas reflejaron lo sucedido: ninguna ganó más del 60% de los puntos con el primer saque (58% de la europea contra 49% de la estadounidense) y, por consiguiente, ambas sufrieron para sostenerlo. Aryna cosechó siete breaks, mientras que su adversaria logró cuatro.

Con la mano caliente, cual boxeadora, Sabalenka cambió el ritmo del juego con su derecha. Ya sea cruzada o paralela, mostró la diferencia de velocidad. Y cuando pudo salir del piloto automático y se tomó un segundo más para respirar y pensar la táctica, no hubo equivalencias. Además, el revés apareció en la cancha en el momento justo, a punto tal que lo cerró con un passing que dejó sin respuesta a la yanqui.

La Nº 1 del mundo volvió a demostrar por qué se ubica arriba en el ranking. La bielorrusa se coronó en Miami sin ceder sets, alzó su octavo WTA 1000 y ganó su 19º título en general (el segundo en este 2025).