Willy, un MVP en el ostracismo

El 18 de septiembre de 2022, España se coronó campeona del Eurobasket. Fue un oro absolutamente inesperado: nadie contaba con una Selección sin ya ninguno de los nombres, más allá de Rudy Fernández, de su generación de oro. Con las principales figuras de la NBA (Giannis, Jokic, Doncic...) buscando su oro en el baloncesto FIBA. Con mucha gente joven e inexperta enfrentada a combinados teóricamente más poderosos contra los que, en principio, nada se podría hacer. Pero Sergio Scariolo, en otra demostración de su consabida magia, sacó lo mejor de una plantilla con algunas carencias para competir contra todos y emerger dentro de un torneo lleno de estrellas.

Fue la última gran machada de La Familia, esa denominación convertida en hashtag que es ahora campeona del mundo y de Europa y que, desde hace casi 20 años, ha sacado petróleo y ha ganado medallas con un único rival al que no ha podido superar: Estados Unidos. La única mancha, si es que lo es, de una generación que ya no está pero que ha tenido continuidad en un grupo que ha heredado el coraje y el pundonor y un entrenador que sabe sacar lo mejor del que sea que pase por el equipo.

Ese día no fue solo la consolidación de un grupo, también de un solo jugador: Willy Hernangómez. El pívot español se resarció en un torneo excepcional, en el que promedió 17,2 puntos y 6,9 rebotes por noche y salió muy bien parado de duelos contra pívots NBA como Jonas Valanciunas (Lituania), Daniel Theis (Alemania) o Rudy Gobert (Francia). Y formó una dupla excepcional junto al nacionalizado Lorenzo Brown, el otro gran héroe de la Selección. Fue el verano de Willy, el heredero de los Gasol en la zona, un Eurobasket que finalizó con el abrazo de él y su hermano Juancho junto a Rudy, empañado en lágrimas y con la camiseta de Sergio Llull, ausente por lesión. En otras palabras: la foto.

Willy se las prometía muy felices tras el Eurobasket, pero la NBA ha vuelto a poner en evidencia que no espera a nadie y que no le importa lo que ocurra en el baloncesto FIBA. El pívot ha regresado a la dinámica de su equipo en los Pelicans, pero no se han cumplido las expectativas: sin minutos, sin oportunidades. Sin nada. La proyección de la franquicia de Nueva Orleans, que hace unos meses llegó a playoffs por primera vez desde la salida de Anthony Davis, impido a Willie Green, entrenador, hacer experimentos con la parte más profunda del banquillo. Y la competencia en su posición no permiten a Willy tener ningún tipo de continuidad e incluso encontrar minutos en algún partido esta temporada.

Jonas Valanciunas es el pívot titular del equipo de forma incuestionable, pero más allá de eso Willy se ha quedado sin nada. Larry Nance Jr. se ha establecido como el center suplente y Zion Williamson, estrella del equipo, también ocupa minutos en dicha posición. Y Willy queda condenado a jugarse el poco tiempo libre que queda con Jaxson Hayes, un baloncestista venido a menos que fue la octava selección del draft de 2019. Una situación que no deja de ser desesperante para un jugador que superó a algunos de sus más directos rivales en el Eurobasket; sin ir más lejos, en el duelo ante Valanciunas en cuartos, y más allá de que Lorenzo Brown fuera el líder de los suyos, Willy se fue a 21 puntos y 8 rebotes y el lituano se quedó en 5+6. Y también superó a Domantas Sabonis (15+9). Ahí queda eso.

¿Y ahora qué?

Las limitaciones de Willy son de sobra conocidos: problemas en el rebote y la intimidación, dificultad para frenar a jugadores más capaces en la ofensiva y acabar con las entradas de los exteriores. Lance Jr. da más seguridad a Wille Green, que quiere asegurar atrás; y no estorba en ataque, el punto fuerte de Willy que choca, sin embargo, con un equipo muy talentoso en ese lado de la pista, con Brandon Ingram y el ya mencionado Zion como protagonistas. Hayes no ha demostrado más que Willy en su tiempo en pista (apenas 5 partidos), pero ser el tercer pívot de un proyecto que quiere superar alguna ronda en playoffs te condena al ostracismo y a una temporada que, si nada cambia, puede quedarse en blanco.

La situación roza la desolación: Willy solo ha saltado a pista en 6 partidos de 18, con 11:35 en pista de tiempo máximo, único partido en el que ha llegado a los dobles dígitos en minutos. No cuenta para nada en el esquema de Green y parece destinado a pasarse en el dique seco durante una buena parte, al menos, de la segunda temporada de las tres que firmó con los Pelicans a razón de más de 7 millones de dólares, un objetivo del jugador y de su entorno para asegurar su permanencia a corto plazo en la NBA. Pero la opción, si los Pelicans no empeoran sus resultados y se buscan situaciones desesperadas (7-6, octavos del Oeste), pasa por un traspaso que lleve al pívot a un sitio mejor (en febrero los Pelicans podrían reforzarse para la recta final del curso) en el que disfrutar de minutos y consolidarse como un pívot fiable (tiene puntos, rebote...) en la mejor Liga del mundo. Todo un MVP condenado a sufrir la cara más amarga del baloncesto. Así están las cosas.

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