Federer vence a Nadal y conquista su Grand Slam número 18
Melbourne.- El suizo Roger Federer derrotó hoy al español Rafael Nadal por un trepidante 6-4, 3-6, 6-1, 3-6 y 6-3 en la final vintage del Abierto de tenis de Australia y estiró hasta los 18 su propio récord de títulos de Grand Slam.
El ex número uno había ganado su último grande en Wimbledon 2012 y llegó al Abierto de Australia con 35 años y tras haber estado sin competir los últimos seis meses por una lesión de rodilla, la ausencia más larga de su carrera. Y cuando nadie apostaba una ficha por él, se plantó en la final y tumbó en ella a Nadal, un jugador que era su auténtica bestia negra para él en este tipo de partidos, destacó la agencia DPA.
El español buscaba su Grand Slam número 15 y acortar distancias con Federer en ese pulso eterno que mantienen por el lugar más alto del olimpo del tenis. Ahora quedó a cuatro coronas del suizo, ante el que no caía en un grande desde Wimbledon 2007.
La final soñada -y del todo inesperada- de Australia, ese "revival" entre los dos jugadores que marcaron a fuego el deporte en la primera década del siglo XX, tuvo emoción y puntos imposibles como los Federer-Nadal de épocas pasadas. Sin embargo, careció quizás del ritmo y de la intensidad de antaño.
En sus tres últimas grandes finales
Buena culpa de eso la tuvo Federer, que salió prácticamente a tumba abierta. Había perdido seis de las ocho finales de Grand Slam ante Nadal. Además, había caído en sus tres últimas grandes finales, Wimbledon 2014 y 2015 y el US Open 2015. Hoy tenía una nueva oportunidad, quién sabe si la última, de estirar a 18 su récord de grandes, de agigantar su leyenda.
Y lo conquistó espantando los fantasmas del pasado. Pasó de verse 2-1 arriba en sets a estar break abajo en el quinto. Enfrente estaba Nadal, un jugador que psicológicamente le había triturado en el pasado en duelos así. Hoy fue capaz de sobreponerse para celebrar su quinto título en Australia. A él hay que sumar siete Wimbledon, cinco US Open y un Roland Garros.
Y a sus 35 años y 174 días se convirtió en el segundo tenista de más edad en ganar un Grand Slam en la Era Abierta. El otro es Ken Rosewall, que ganó tres grandes después de cumplir 35 años.
"Hace unos meses ni me imaginaba que iba a tener la oportunidad de estar aquí", dijo Federer tras avanzar a la final. No sólo tuvo la oportunidad, sino que la aprovechó.
Federer fue el que se llevó más aplausos al entrar en la pista, pero Nadal puso una intensidad brutal en el calentamiento previo. El suizo parecía tener una marcha menos antes de empezar. Era un espejismo: porque aunque arrancó el encuentro jugando un poco atrás de la línea, tardó apenas unos minutos en abalanzarse sobre la pelota.
"Roger tiene que salir a atacar", había advertido en la previa su entrenador Severin Lüthi. En la agresividad del suizo residía una de las claves del encuentro. Y Federer entró a morder, a buscar puntos cortos que no le desgastaran.
Frente al vendaval
Encontró premio en el séptimo juego del partido. Dos puntazos repletos de clase por parte del suizo le dieron el break. En esos momentos la pelota de Federer volaba a una velocidad sideral, mientras que Nadal no podía hacer frente al vendaval. Y eso le gustaba a la gente en el estadio Rod Laver, que estalló cuando Federer ató el primer set con un ace en 35 minutos. Un honor al "Federer-Express", uno de sus muchos apodos.
También le llaman "Maestro". Y también hizo honor a ello en Melbourne con golpes que provocaron caras de asombro y estupor entre los 15.000 espectadores que lo vieron en directo.
Estaba inspiradísimo el diestro suizo, así que Nadal intentó alargar los puntos, pasar una pelota más, forzar a Federer a colocar otra pelota a la línea si quería ganar. Y empezó a atacar más el revés de su rival. La derecha de Nadal contra el revés de Federer, una de las tácticas favoritas del español.
Y un revés a la red del suizo significó el break para Nadal en el segundo juego del segundo set. Ahí despertó el Nadal, que rompería de nuevo a Federer para colocarse 4-0 en el marcador. Cerró el set en 6-3 y con un "ÑVamos!" al que le siguió a coro su equipo desde el palco.
El partido discurría a una velocidad tremenda, porque Federer seguía ganando los puntos en tres o cuatro golpes. "Pim, pam, pum". Nadal no se siente cómodo a esos ritmos, pero ya había igualado a un set y encima en el inicio del tercero tuvo tres pelotas de break.
Ahí salió el Federer más suizo, el Federer más preciso. Salvó cada una de esas bolas con un ace y de inmediato rompió a Nadal para sentarse en el descanso con un 3-0 a favor.
Nadal negaba con la cabeza. No encontraba la forma de parar al suizo. Estuvo a una pelota de conseguir el break en el primer juego, pero en pocos minutos estaba 5-1 abajo y saque para el rival. Federer no falló.
Como el partido era algo parecido a una montaña rusa, ahora le tocaba el turno a Nadal, que se llevó el cuarto set por 6-3 y envió el partido al definitivo quinto.
Federer había tenido un día más de descanso que Nadal y acumulaba además cinco horas menos en sus piernas. Y es que el español había jugado el viernes una batalla de cuatro horas y 56 minutos en semifinales y ahora Federer le exigía otro quinto set.
Tema más mental que otra cosa
La situación recordaba inevitablemente a Australia 2009: también cinco horas en semifinales, también cinco sets en la final, también ante Federer, también Nadal como ganador.
Era Nadal el que llegaba con un mayor desgaste físico a la final, pero fue Federer el que pidió un tiempo médico fuera de pista antes del quinto set. "Creo que esos tiempos médicos son un tema más mental que otra cosa", había dicho el suizo en semifinales. Y eso parecía.
Empezaba el set definitivo con la Rod Laver elevando los decibelios. Por si faltaban ingredientes que animaran la final, Nadal rompió de inicio y después salvó una pelota de break con 1-0 y otra con 2-1, pero no pudo mantener su siguiente servicio y Federer igualó para 3-3.
Rompió después Federer y sacó para ganar el torneo con 5-3. Perdió su primer match point y ganó el segundo con una pelota que tocó la línea y se definió con la tecnología del "Ojo de Halcón". Saltó y lloró como un niño tras su décimo octavo título grande, una corona que agiganta aún más su leyenda.