Vinicius adorna el pase

Habrá que acostumbrarse a esto. Aquel equipo explosivo de la trilogía europea de Zidane ha derivado en un artificiero que se gana la vida desactivando al adversario. Quién sabe para cuánto le dará en la Champions, pero resultó suficiente ante el Atalanta, que tuvo menos cascabeles de lo que se anunciaba en el cartel. Presionó bien, no se escondió, tuvo entereza, pero hace falta algo más para subir al altar mayor del fútbol. Lo que tiene el Madrid, que fue de poco a mucho hasta autoconvencerse que en Europa tiene un porvenir. La noche ayudó mucho a Vinicius, que recuperó su versión diabólica.

Desde la óptica de Zidane había poco que decidir. El Madrid ultracampeón morirá sin testamento. Así que mientras los cuerpos aguanten (y aguantan), el francés seguirá con su aprovechadísimo grupo de treintañeros venidos a más. Y sin Hazard, que lleva año y medio sin soltar las muletas. El puesto que deja libre es el que va y viene. A Zidane le gustaría creer en Asensio, el más dotado, pero ya no encuentra argumentos. A Rodrygo le ve para el otro costado. Y acaba por tirar de Vinicius, un proyecto de genio inconcluso. Le cuesta el gol, le cuesta el último pase, le cuesta jugar en la derecha, le cuesta coger oficio, pero tiene ese algo que tanto gusta en el Madrid: el presentimiento de que con él siempre pasará algo (no siempre bueno). Butragueño, hace 40 años, ya cultivó el género

Así que el Madrid afrontó el duelo con los clásicos y tres centrales, sospechando que se le vendría encima esa bendita locura del Atalanta, esa presión salvaje y al hombre hasta con siete jugadores en la salida de la pelota, esos laterales intrusivos y un ataque más moderado de lo acostumbrado (Gasperini dejó a medias la cumbia al no alinear de salida a Duván Zapata). El Atalanta no es una pareja cómoda, porque le falta sangre azul y en una competición tan endogámica como la Champions cuela que te eche uno de tu especie (de Juventus para arriba) y avergüenza que lo haga uno de otra. Se defiende mejor morir a manos de un patricio que de un plebeyo.

Un Atalanta sin remate

Al equipo de Gasperini, cuartofinalista el año pasado, de cordero no le queda ni la piel. Menos si llega en desventaja. Su salida fue expansiva, invadiendo el campo del Madrid, metiéndole marcha. Juega a todo o nada: si aguanta su primera línea de presión, agobia; si el rival la supera, peligra. Aplica su plan con sol y con sombra, en Bérgamo o lejos, ante grandes y pequeños.

Pero el Madrid salió lo suficientemente advertido de que es tan peligroso el escorpión como el tigre. Los tres centrales le protegieron bien, aunque, con muchos puntos ciegos en la salida, se vio abocado a jugar en largo demasiadas veces, y ni Benzema ni Vinicius nacieron para ganar disputas aéreas. A los tres minutos Muriel puso a Gosens ante Courtois. Al zurdo le cayó la pelota en la derecha. Dios dio pan a quien no tiene dientes. Eso salvó al Madrid.

El equipo de Gasperini, luego, amagó mucho y dio poco. Incomodó al Madrid, procuró encerrarle, pero no llegó con verdadero peligro durante muchos minutos. Tampoco el equipo de Zidane, que se columpiaba en el gol de Mendy en Bérgamo. Todo obedecía a la ausencia de Casemiro. No hay otro como él, no es de fiar Kroos en el quite y con un tercer central se aseguraba Zidane siempre un plan B a espaldas del alemán. Eso sí, a costa de quedarse muy corto en campo contrario.

Modric, Benzema y Vinicius

Cerca de la media hora asomó la primera combinación entre Vinicius y Benzema, que empiezan a entenderse. El remate del brasileño, con Sportiello vencido, se estrelló en Djimsiti. Esa es la gran ventaja del francés: un nueve que flota fuera del área. Siempre fue de sobresaliente en todo menos en aritmética (hasta que se fue Cristiano) y, según qué cursos, en aplicación. Para entonces el Atalanta ya había recogido cable. Las baterías no son eternas. Y además, Sportiello, acabó por liarla. Un mal despeje suyo lo cazó Modric, que andaba en la emboscada, y le sopló el gol a Benzema. El buque insignia de la presión muriendo de presión ajena. El croata lo puso casi todo. Es admirable que un futbolista que podría vivir cómodamente de su habilidad no se niegue el esfuerzo. Nunca un Balón de Oro premió tantas virtudes.

Ese gol enterró al Atalanta y resucitó a Vinicius. Gasperini metió lo que le quedaba (Zapata, Ilicic...) cuando al equipo ya no le quedaban ni ánimo ni energía. Y en ese último impulso por sobrevivir dejó mucho espacio a Vinicius. En seis minutos, el brasileño se marcó una carrera de 80 metros, acelerando, fintando y limpiando defensas. Se intuía un gol de colección y le perdió el toque final. Nada que no hayamos visto antes. Pero repitió casi de inmediato y esta vez Toloino le permitió ni equivocarse. Le zancadilleó sobre la línea del área y Ramos convirtió el penalti. Fue el último servicio del capitán, que se reservó para lo que esté por llegar. Con el Madrid en su salsa, Benzema estrelló un cabezazo en Sportiello y otro en el palo. Aquello ya iba para goleada. Y entonces Zidane quitó a Vinicius y se acabó la fiesta. Courtois hizo dos buenas paradas, se tragó una falta de Muriel y Asensio marcó en la primera pelota que tocaba. También a él puede despertarle Europa.

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